EDITORIAL | Aunque fuese a patadas

La Argentina de Diego jugaba en San Cristóbal por el Premundial 86′; en el tumulto del autobús hacia el hotel a un hincha gocho se le ocurrió lo que era la única forma de pararlo: le dio una patada descomunal en la pierna. Es historia y a lo mejor no estaba tan errado ese hijo de tierras andinas, la única forma de pararlo era a patadas. Antes vino la de Goicochea por los tiempos del Barcelona que trunco lo que hubiese sido una época para la posteridad en Cataluña pero le dio paso a la Leyenda de San Paolo.

En Nápoles, el David de Villa Fiorito le declaro batalla campal a los grandes del norte y da nacimiento al fútbol industria que rige con fuerza el espectáculo balompédico de nuestros días, si todo eso lo inicio el. Marco el desafío del talento sobre la riqueza y también lo gano, por eso se hizo Dios para los desposeídos y para algunos fervientes fanáticos que lo ubican en un nivel del Olimpo.

Lamentablemente hubo lunares en su vida, no justificables, pero si entendibles, pero hoy no toca. Hoy solo toca despedir a uno de los más grandes que ya estará con Alfredo y Johan cantando la canción de Páez, aquella que dice: “y dale alegría a mi corazón”.